El síndrome del impostor
Cómo pasar de cobrar $25 por ilustración, a multiplicarlo por 10 en unos meses y tener que descartar proyectos
¡Hola hola!
Bienvenid@s, una semana más, a Ideas Visuales ✏️+💡
La newsletter en la que aprenderás qué es la comunicación visual, cómo aprender a utilizarla y convertirla en el punto fuerte que te diferencie de los demás.
Quiero agradeceros a tod@s y cada un@ de las más de 1300 1450 personas que ya formáis parte de ella.
¡Mil gracias! 💚
La semana pasada compartí con vosotros parte del proceso que seguí para validar que la comunicación visual era algo a lo que quería y podía dedicarme.
El sistema para crear 60 ilustraciones en 60 días y que, a parte de confirmarme que era algo con demanda y futuro, me permitió:
Pasar de 100 a 2000 seguidores en Twitter en el proceso (¡ojo! en el momento en que escribo estas lineas, andamos cerca de 50k en plataformas como Twitter e Instagram. Para que veáis el impacto que tiene. Todo esto, en menos de un año)
Conseguir mis primeros clientes (el tema en que nos centraremos hoy)
Es importante tener en cuenta que mi intención nunca fue esa.
Es decir, no empecé a crear ilustraciones con el propósito de ganarme la vida con ello. Eso ha venido después, por su propia cuenta.
Mi primer cliente
En una de las ediciones anteriores, compartí cómo me sentí creando mi primera ilustración.
Todos los miedos e inseguridades que aparecían cada vez que me sentaba delante del iPad, dándole vueltas y más vueltas, y cómo de absurdo parece una vez lo miras con perspectiva.
Esos miedos e inseguridades suelen acompañarnos cada vez que nos disponemos a hacer algo para lo que pensamos no ser suficientemente buenos.
Y me consta que ese es un miedo bastante general y recurrente.
No importa cómo de bueno seas en algo. Esas dudas siempre están ahí, rondando.
Esto se acentuó mucho más cuando recibí un mensaje vía Twitter, preguntando cuál sería el precio de crear una serie de ilustraciones para una empresa.
Recuerdo perfectamente el día.
Compartí mi primera ilustración en Twitter el día 4 de Diciembre del año pasado.
El día 17 de Diciembre recibía mi primera propuesta de colaboración.
Se trataba de una empresa de asesoría financiera. Resulta que habían visto varias de mis ilustraciones y pensaron que serían un buen añadido tanto para su web, como para usarlas con algunos clientes, y así simplificar varios conceptos complejos de explicar solo con palabras.
Nadie me había preparado para ese momento.
Pero vamos a ver, ¡si yo comparto las ilustraciones por afición pura y dura!
Multitud de preguntas (y creencias limitantes) empezaron a aparecer.
¿Qué precio le doy yo ahora?
¿Qué va a pensar de lo primero que le envíe? ¡Pero si mis ilustraciones son una chufa!
¿Estoy a la altura de cobrar por esto?
Todo creador de contenido ha pasado por esto en sus inicios.
En mi caso particular, y sin tener a nadie con el que compararme, el primer precio que se me vino a la cabeza fue cobrar $25 por ilustración.
“Hostia… 8 ilustraciones son $200. ¡Eso una pasta!
Cuando estás acostumbrado a trabajar por cuenta ajena, las expectativas por obtener tus primeros ingresos online te nublan un poco el juicio.
Tras mucho darle vueltas, me envalentoné.
De los $25 iniciales que pretendía cobrar, subí a $100 por ilustración.
Haciendo algunos cálculos sobre el tiempo que tendría que dedicarle al proyecto, decidí que ese era el precio justo, aún a riesgo de que me dijeran que no.
Sorpresa. El cliente aceptó, sin poner ninguna pega.
¡Multipliqué mi precio inicial por cuatro, y aún así aceptó sin problemas!
Más allá del retorno económico, esta experiencia me fue de gran utilidad para empezar a asignarle el valor justo a lo que hago, y es lo que me ha llevado, hoy por hoy, a decidir qué proyectos acepto y cuáles no.
Si no acepta mis tarifas, no es el cliente que ando buscando. Tan sencillo como eso.
Para acabar, un par de consejos.
No te obsesiones con encontrar tus primeros clientes.
Haz lo que sabes, lo que disfrutas, y deja que tu trabajo hable por sí solo. Si a alguien le interesa, ya te contactarán
Si no tienes ni idea de qué precio fijar, creo que es lógico partir de un precio en el que te sientas cómodo, y hacer prueba-error.
Sé lo difícil que puede resultar fijar tarifas sin tener experiencia previa en ello.
Yo te hablo desde mi experiencia.
A mí, por mis circunstancias personales, me ha funcionado empezar con tarifas “bajas” mientras encontraba el rango de precios en el que me encuentro cómodo trabajando, y a partir de ahí, ir subiéndolos. De momento, funciona.
Hasta aquí una nueva edición de Ideas Visuales.
Antes de que te vayas, me gustaría pedirte un favor.
El objetivo de esta newsletter es ayudar a la gente a saber más sobre comunicación visual. Resolver dudas, y formar a gente que quiera iniciarse en ello.
Con esto en mente… tu opinión importa, y mucho.
Si no es mucha molestia, me sería de gran ayuda que me hicieras llegar todo aquello que te gustaría ver de ahora en adelante, y que me dieras tu opinión sincera sobre la newsletter hasta ahora.
Como siempre, un abrazo y feliz día ☀️,
Álex
✏️+💡